Gracias por visitar el Blog

1.-Aquellos enlaces que ya no estén disponibles por favor de dejar tu comentario aquí.
2.-Aquellas peticiones que tengas o que quieras ver en esté Blog por favor deja tu comentario aquí.

Vistas de página en total

18 de septiembre de 2012

La Religión Griega


Todavía hoy para el hombre occidental el ejemplo emblemático de una religión "pagana" o no monoteísta sigue siendo la religión griega: dioses politeístas por antonomasia son Zeus y Afrodita, Apolo y Dioniso, por sólo citar los más famosos. Y sin embargo se trata de una religión muerta hace dos milenios. Pero la belleza literaria de su desbordada mitología, la belleza plástica de sus representaciones en mármol y en bronce, así como el entrelazamiento de sus mitos con las ideas filosóficas que han configurado el pensamiento occidental han hecho que los dioses griegos resulten "familiares" a toda persona culta del mundo moderno.
Zeus
Último hijo de Rea y Cronos, a quien destronó. Es el dios soberano del Olimpo; el rayo y el cetro son sus atributos iconográficos.
Una historia complicada
Esa familiaridad está lejos de significar un conocimiento adecuado de la realidad histórica. Conocemos mejor los períodos que poetas e historiadores sintetizaron en una visión global de los dioses inmortales; pero es ésa una visión simplificada, que pasa por alto distancias en el tiempo y diferencias en la concepción de lo divino.
Con los datos actuales cabe distinguir algunos períodos en esa larga historia, que arranca con la civilización micénica en el s. XV a.C. y se extingue en los primeros siglos cristianos.
Es difícil establecer los orígenes de la religión o de las religiones autóctonas en la península Helénica, aunque la proximidad geográfica al Asia Menor o Anatolia y ciertas semejanzas lingüísticas hacen probable una influencia hitita, que ya era una cultura híbrida con elementos sumerios y semíticos. Las sucesivas invasiones de aqueos y dorios, que eran arios y que pudieron llegar del norte y más probablemente del litoral asiático, dieron como resultado unas primeras manifestaciones religiosas emparentadas con los indoeuropeos, a cuyo grupo lingüístico pertenecen los diversos dialectos helenos. Antecedente directo de la civilización micénica parece haber sido la minoica de la isla de Creta con sus palacios y su arte decorativo.
Las primeras síntesis llegan con Homero (los poemas de la Ilíada y la Odisea) y Hesíodo (Teogonía) en los
ss.IX-VIII a.C.
Del Caos al Olimpo
Al igual que en las mitologías mesopotámica y egipcia, se observa un avance desde las fuerzas naturales y cósmicas hasta la personalización de los dioses y semidioses, que se reparten el espacio y el poder a la sombra de un dios supremo de traza claramente henoteísta: uno por encima de todos.
Al principio fue el Caos informe, del que surgieron la Tierra (Gea, como conjunto de elementos), Eros (el deseo) y Urano (el cielo). Aparecen asimismo Erebo (las tinieblas) y Nix (la noche). En ese espacio delimitado por abajo y por arriba surge la pareja de Cronos (el tiempo, que devoraba a sus hijos) y Rea (la tierra generadora), que dan origen a Zeus y Hera, a Poseidón (señor del mar), Deméter (diosa de los cereales y la agricultura), Hades (señor de los infiernos y los muertos) y Hestia (diosa del hogar).
En la Ilíada (XV, l86 y siguientes) proclama Poseidón: "Somos tres hermanos, hijos de Cronos y Rea: Zeus, yo y Hades, que reina en los infiernos. Del mundo se hicieron tres partes y cada uno obtuvo su imperio: a mí me correspondió cuando echamos suertes vivir en el espumoso mar, a Hades le tocó el reino de las tinieblas, y a Zeus el vasto cielo en el éter..."
Así pues, ningún lugar del mundo escapaba a la soberanía de los dioses.
¿Sabías que los ríos fueron considerados dioses en Grecia?
Cuando, en la Ilíada, Zeus convoca a los dioses a una asamblea en el monte Olimpo, no sólo acuden los dioses olímpicos, sino también las ninfas y todos los ríos. La idea de los ríos como dioses y de los manantiales como ninfas es muy frecuente, no sólo en la poesía, sino también en la creencia popular, y tuvo sus propios rituales. La veneración de estos dioses estuvo limitada sólo por el hecho de que se identificaban con una localidad específica.
El dios del cielo diurno y luminoso
Soberano de todos esos seres cósmicos y naturales imperó Zeus, que incorporó los rasgos mitológicos de los grandes dioses orientales e indoeuropeos del cielo y la tempestad y que fue padre de la segunda generación de dioses ya más humanizados. Hijos suyos fueron (en la mayor parte de las tradiciones) Atenea, diosa de la inteligencia y la guerra, protectora de la ciudad de Atenas, que llevaba su nombre; Artemis, diosa de la caza y protectora virginal de las mujeres; Afrodita, diosa de la belleza y el amor sexual; Hermes, mensajero de los dioses y dios de la elocuencia, los mercaderes y hasta los ladrones; Dioniso, dios del vino y el éxtasis orgiástico; Hefesto, dios cojo y feo (el único así entre los olímpicos) del fuego y los metales; Ares, dios de la guerra, y Perséfone, protectora de los muertos.
Zeus fue asimismo padre de innumerables semidioses y héroes nacidos de incontables aventuras amorosas, que divertían a las gentes vitalistas y sencillas del pueblo y que escandalizaban a los pensadores serios y religiosos por demasiado antropomórficas o por "demasiado humanas".
El reinado de Zeus, que empezó con el sometimiento de su progenitor, no se estableció sin fuertes luchas contra gigantes y titanes, el más famoso de los cuales fue Prometeo, que robó el fuego celeste para entregárselo a los hombres y que vino a ser una primera figura de salvador de la humanidad.
Mientras los dioses de la primera generación iban unidos a determinadas zonas del espacio, los de la segunda eran los protectores de personas y los patronos de las facultades psíquicas y las actividades humanas.
La polis y el individuo
Las tradiciones literarias, que nos han transmitido los datos "genealógicos" de los dioses y sus variopintas actividades, reflejan lo que podríamos llamar la religión oficial de las poleis o ciudades-estado. Este dato, que entronca los orígenes helénicos con las instituciones primitivas sumerias, explica en buena parte la floración politeísta y monárquica de la familia divina organizada a la manera de la familia ciudadana.
Esas tradiciones nos informan de la religión oficial, sin que apenas nos digan nada de la religiosidad privada y de las creencias y sentimientos populares, por no hablar de lo que pensaba y sentía la inmensa masa de los esclavos.
Sin ningún dogmatismo en el credo (los episodios mitológicos podían interpretarse de forma dispar, de acuerdo con cada lugar y sus tradiciones propias) y sin apenas exigencias morales en la ética, la religión helénica con sus cultos oficiales se dejó sentir en la polis sobre todo como vínculo de identificación y solidaridad entre los miembros de la misma. Y cuando las ciudades se asociaron en anfictionías más o menos amplias, los cultos panhelénicos contribuyeron decisivamente a la conciencia nacional de los griegos.
Importancia especial tuvieron en ese sentido los juegos, y muy singularmente los llamados olímpicos (por celebrarse en la ciudad de Olimpia y en honor de Zeus), que se celebraban cada cuatro años y convocaban a todos los atletas del mundo griego.
Los insatisfechos de un imperio
Las luchas entre las ciudades griegas en permanente rivalidad acabaron por dar la hegemonía a un pueblo marginal y semibárbaro, como había sido hasta entonces Macedonia. Alejandro Magno acabó la obra emprendida por su padre Filipo y se adueñó de toda Grecia. Emprendió después la conquista de Asia Menor, Fenicia, Palestina y Egipto y, tras una serie de victorias, puso fin al dominio persa de los Aqueménidas, llegando hasta el valle del Indo y creando en menos de quince años el imperio más grande hasta entonces conocido.
Con las conquistas de Alejandro fueron desapareciendo las peculiaridades de las ciudades y hasta los límites de los reinos. Todo en el último tercio del s. IV a.C. Aquella fusión de pueblos bajo un único soberano y con el griego como lengua "común" produjo también una mezcla de dioses, creencias y cultos. Había empezado el helenismo y con él el primer movimiento ecuménico de tolerancia de todas las religiones. Alejandro seguía con ello las pautas liberales de Ciro el Grande, forjador del imperio aqueménida dos siglos antes.
La pérdida de la identidad urbana y la difusión de las religiones orientales crearon en los hombres griegos una gran perplejidad a la vez que agudizaron el sentimiento de vacío de las formas oficiales de culto y la necesidad angustiosa de asegurar la salvación individual de quienes siendo ciudadanos del mundo no lo eran de ningún sitio. Y a los dioses tutelares de las poleis de antaño sucedieron en la aceptación popular los misterios, que mezclaban creencias orientales en la supervivencia personal y en los soberanos salvadores y ritos iniciáticos que hacían palpable la protección de los dioses. Los viejos cultos mistéricos de Eleusis así como los egipcios de Isis y los persas de Mitra alcanzaron una gran popularidad, que no hizo sino ahondar y crecer con el Imperio Romano.
Los Juegos Olímpicos y la religión
Aunque sólo se habla de las competiciones atléticas, todos los actos estaban enmarcados en un ambiente religioso, como lo estuvieron siempre las fiestas y los calendarios que las fijaban. Se abrían los Juegos con una procesión en la que desfilaban los diversos grupos de ciudadanos, nunca más conscientes de la unidad cívica. Seguían los concursos, que premiaban la habilidad, fuerza y destreza de quienes de alguna manera eran los elegidos de los dioses. Y todo acababa con el banquete ritual, en el que se consumían las víctimas animales de los sacrificios. El banquete era el símbolo festivo y gráfico de la comunión de los participantes entre sí y con los dioses protectores.
Juegos sagrados
Lo que a primera vista podía parecer la exaltación gozosa y gloriosa de las habilidades mentales y físicas del hombre, del competidor, del atleta, había sido en los comienzos una exaltación y glorificación de los dioses, cuya benevolencia se invocaba para los participantes y para todo el pueblo. Los grandes Juegos panhelénicos (porque en ellos podían participar todos los griegos) nunca fueron laicos: estuvieron siempre dedicados a un dios; en la inteligencia, fuerza, rapidez y habilidad de los agonistas (concursantes) se veía una particular elección divina del vencedor y su ciudad (en la línea en que se forjaron los dioses nacionales) y la reunión se cerraba con el banquete sagrado, como expresión agradecida y regocijada de la proximidad y benevolencia de los dioses patrios.
Fuente bibliográfica: Gran Enciclopedia Interactiva
© 2011 EDITORIAL OCEANO

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡¡¡ TU COMENTARIO ES IMPORTANTE A SI QUE DÉJALO AQUÍ!!!

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...